La Biblia, libro
sagrado
La Biblia es el libro sagrado que
contiene la revelación de Dios a los hombres. Todos los libros sagrados
describen la historia de la salvación y miran y se refieren en alguna manera a
Jesucristo, que es el centro de dicha historia, como realizador de la redención
del género humano.
Es preciso distinguir entre los
libros del Antiguo; y los del Nuevo Testamento. Los del Antiguo Testamento
contienen la revelación en sentido profético. En ellos se preparara y se anuncia
proféticamente la venida del Verbo como Redentor universal, y se describe con
diversas figuras la vida y la actuación
de Jesucristo y de su reino mesiánico (Conc.
Vat. II, Const. Dei Verbum, n. 15). Los libros del Nuevo Testamento hablan del
cumplimiento de las promesas de Dios en Jesucristo y en su Iglesia.
María, predestinada desde toda la
eternidad como Madre de Dios Redentor, aparece de diversas maneras en las
páginas de la Sagrada Escritura. Ahora bien, para interpretar rectamente el
sentido de los textos bíblicos deben ser leídos e interpretados en el mismo
sentido y con la misma norma con que lo ha hecho la Iglesia: a la luz de la
revelación plena (Const. Lumen Gentium, n. 55).
En el Antiguo Testamento
Los libros del Antiguo Testamento
«que describen la historia de la salvación, iluminan con signos proféticos la
figura de la Madre del Redentor (LG 55). Cada vez describen la figura de María
con mayor claridad, a medida que progresa la revelación. Leídos los primeros
documentos de la revelación a la luz de la revelación plena, es claro que
aparece designada la Virgen María en varios pasajes, relacionada con la figura
del futuro Mesías.
Entre los signos proféticos
recogidos por el Concilio Vaticano II de los libros del Antiguo Testamento,
podemos señalar los siguientes:
-Gen. 3, 15: Pondré enemistades entre ti y la
Mujer, entre tu descendencia y la suya. Ella –ESTA (la descendencia de la mujer,
como dice el texto hebreo) o EL (uno del linaje de la mujer, como dice la
versión de los Setenta)- aplastará tu cabeza y tú acecharás a su calcañar. El
Concilio Vaticano II afirma que en este texto aparece insinuada proféticamente
la Virgen María como nueva Eva y como
Madre de los vivientes (LG 56), asociada a la
obra redentora de su Hijo. No puede negarse este sentido mariano del texto.
Los Santos Padres, fundados en el
paralelismo antitético Adán-Cristo, Eva-María, y por la traducción de la Vulgata
que pone Ella -la Mujer-, dan un sentido mariológico también a este texto. El
Vaticano II recoge igualmente esta doctrina y enseñanza de los Padres (LG 56).
-Is. 7, 14: El Señor os dará una
señal: He aquí que una Virgen concebirá y dará a luz un Hijo que será llamado
Emmanuel, Dios con nosotros. Toda la tradición de la Iglesia acepta y reconoce
el sentido mariológico de este texto. Según el Concilio Vaticano II, designa
proféticamente a María Madre del Mesías (LG 55).
Es mejor traducir: le pondrá por
nombre, o lo llamará..., en vez de: que será llamado, aunque esto no altera ni
modifica el sentido. El evangelista San Mateo (1, 23) vio en el nacimiento
virginal de Jesús la realización de esta profecía.
-Se refieren también proféticamente
a María algunos textos del Antiguo Testamento que hablan de los pobres de Jahvé,
del resto fiel del pueblo elegido como portador de la esperanza mesiánica. Este
resto fiel vivía de la fe y la confianza en las promesas del Señor; Entre los
pobres de Jahvé sobresale la Virgen María precisamente por su fe y su esperanza
mesiánica, que en ella se hizo realidad al cumplirse la plenitud de los tiempos
(LG 55) .
-Prefigura proféticamente también a
María la imagen bíblica de la Hija de Sión, a la que se refieren los profetas,
principalmente Miqueas (4, 10-14;
! 5,12), Sofonías (3,12-18), Zacarías (2,15),
así como Isaías y Jeremías; porque en María se cumple la plenitud de los tiempos
y con ella se inaugura la nueva economía de la salvación, ya que al ser Madre
del Mesías difundió en el mundo la vida que renueva todas las cosas (LG 55),
-Algunos autores modernos,
siguiendo las enseñanzas de la liturgia y de una larga tradición, ven en Sión,
como ciudad de Dios, un símbolo de la Virgen María, ya que Sión aparece descrita
en la Escritura como Madre de todos los pueblos, figura profética de la
maternidad espiritual de María.
El Nuevo Testamento
1. El Nuevo Testamento nos describe
el cumplimiento de las profecías y de las promesas del Señor en la persona de
Jesús, en María y en la Iglesia. Con relación a la Virgen María recoge y
describe diversos momentos de su vida que deben ser considerados, según el
Vaticano n, como expresión de "la asociación de la Madre a la obra salvífica ya
la persona de Jesús (LG 56 y 57).
Los momentos de la vida de María,
recogidos en el Nuevo Testamento, pueden ser agrupados en cuatro series:
a) Momentos relativos a la
infancia de Jesús.
b) Hechos pertenecientes al
tiempo de la predicación evangélica y vida pública de Jesús.
c) Sucesos relativos a la
pasión y muerte de Jesús.
d) Sucesos que tienen lugar
después de la resurrección de Jesús.
Para conocer estos momentos de la
vida de María es preciso leer, como lugares evangélicos más importantes, los
siguientes: Evangelio de San Mateo, capítulos primero y segundo; Evangelio de
San Lucas, capítulos primero y segundo; Evangelio de San Juan, capítulo segundo,
vv. 1-11, y capítulo diecinueve, vv. 25-27; Evangelio de San Marcos, capítulo
tercero, vv. 31-35 (Le. 11, 27-28).
También es preciso leer, para
conocer la presencia de María en el Nuevo Testamento, estos lugares: Hechos, 1,
14; Gálatas, 4, 4; Apocalipsis, 12, 1-6.
Es importante tener en cuenta que
en todos los momentos de su vida María aparece asociada a la obra salvadora de
su Hijo. Dicha asociación se manifiesta, como dice el Concilio Vaticano II,
«desde la concepción virginal de Cristo hasta su muerte» (LG 57; v'er también nn.
56 y 58).
2. Como hechos principales de la vida de María,
el Nuevo Testamento recoge los siguientes:
-su nombre: María y su matrimonio
con el justo José, descendiente de David;
-que recibió el mensaje del ángel
de parte de Dios, anunciándole la Encarnación del Verbo;
-que María aceptó libremente el
mensaje y la voluntad salvífica de Dios cuando dijo: He aquí la esclava del
Señor; hágase en mí según tu palabra (Le. 1, 38). Estas palabras significan,
según el Vaticano II, que María fue hecha Madre dé Jesús y que se consagró con
generoso corazón a la persona ya la obra de su Hijo (LG 56);
-que María estuvo llena de la gracia de Dios;
-que concibió milagrosa y virginalmente al
Verbo, Hijo de Dios;
-que visitó a su prima Isabel, madre de Juan el
Bautista, siendo saludada por ella como bienaventurada a causa de su fe en la
salvación prometida;
-que es verdadera Madre de Dios porque de Ella
nació el Hijo de Dios según la carne;
-que tuvo varios parientes, algunos de los
cuales son llamados en el Nuevo Testamento hermanos de Jesús;
-que atendió y cuidó a su Hijo en nacimiento;
-que presentó a su Hijo en el templo, en
cumplimiento de la Ley, para la circuncisión e imposición del nombre: Jesús;
-que acostumbraba a practicar y cumplir las
obligaciones religiosas en el templo; que volvió a Jerusalén en busca de su
Hijo, que se había quedado en el templo, a quien encontró entre los doctores;
-que pronunció el Magnificat, asi como algunas
otras frases dichas a su Hijo en el. Templo ya los ministros servidores en las
bodas de Caná;
-que asistió a la boda de unos familiares en
Caná de Galilea, apareciendo significativa su presencia, según el pensamiento
del Vaticano II, porque consiguió por su intercesión el comienzo de los milagros
de Jesús Mesías (LG 58) ;
-que se entrevistó con Jesús en alguna ocasión
durante los años de su predicación evangélica;
-que asistió al sacrificio de su Hijo en la
Cruz, y que escuchó y recibió las palabras de Jesús: Mujer, he ahi a tu hijo,
que han sido interpretadas en la tradición de la Iglesia y en el Magisterio
eclesiástico como declaración solemne de su maternidad espiritual sobre los
hombres;
-que perseveró en oración con los Apóstoles,
con las piadosas mujeres y los familiares de Jesús, antes del día de
Pentecostés, esperando la venida del Espíritu Santo, e implorando con sus ruegos
la comunicación de sus dones.
3. Todos los pasajes de la Sagrada Escritura
deben ser leídos e interpretados a través de la plenitud de la revelación: a
través de las profecías y de su cumplimiento. Esto tiene aplicación de manera
especial a los sucesos de la infancia de Jesús: su concepción y su nacimiento,
en los que aparece en un plano relevante la figura de María. Además, dichos
acontecimientos y sucesos deben ser considerados como la manifestación de la
asociación de la Madre con el Hijo en la obra de la salvación de los hombres,
según la enseñanza reiterada del Concilio Vaticano II (LG 56-58).
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